Filópolis I
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El “amor a la ciudad” (filópolis, θιλόπολιρ) supone en la República de Platón la necesidad de un nuevo comienzo de la argumentación que trata de responder a la pregunta por la justicia, un nuevo comienzo al que precede el temor de establecer lo que supone la relación de la filosofía con la sociedad, cualquier que sea su régimen y, por tanto, en una lectura actual, también con la democracia contemporánea, donde la filosofía no parece necesaria o corre el riesgo de convertirse en mera ideología. La audacia con la que Sócrates propone que “es necesario que los guardianes perfectos sean filósofos” tiene que ver con la dificultad de decir la verdad y con la reacción de la ciudad a la audacia de la filosofía. ¿Es posible retomar en la actualidad la conversación socrática, que en el pasaje decisivo de la República supone la reconciliación con el sofista Trasímaco? El amor a la sabiduría del que la filosofía toma su nombre comprende alguna forma de amor a la ciudad, de reconocimiento del lugar y del momento en que el filósofo se propone investigar las cosas más importantes y lo más importante de todas las cosas en compañía de quienes saben menos y sabrán más.
La primera serie de Filópolis, correspondiente al curso 2015/2016, comprenderá tres temas:
- Diálogos platónicos y amor a la ciudad
- Maquiavelo: amo la patria mia più dell’anima
- Max Weber: política y ciencia como vocación
Cada uno de estos temas se abordará en una o más sesiones, en las que un ponente inicial presentará el tema y ofrecerá una breve pauta de interpretación, moderando después las respuestas y la discusión, que se prolongará por un espacio no superior a las dos horas. La primera sesión, que servirá de presentación del seminario, será moderada por el director. De cada lectura se da una traducción apropiada, así como una lectura complementaria.
El seminario se celebrará alternativamente en la sede de Valencia de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo y en el Ateneo Mercantil de Valencia. La entrada será libre hasta completar un aforo no superior a las 30 personas. Los interesados deberán formalizar su matrícula como oyente. Los interesados en certificar su participación deberán abonar las tasas de matrícula.
Ante los diálogos platónicos nuestra condición se vuelve, en el caso de que establezcamos con ellos la comunicación central que posibilitan, genuinamente humana, lo que es quizá el principio y sobre todo el final de la filosofía. Somos conscientes de que el origen nos es desconocido, pero la tarea que hemos hecho propia, quizá porque es la expresión máxima de conocernos a nosotros mismos, o de llegar al límite de poder reconciliarnos verdaderamente con nosotros mismos, es la tarea filosófica, o la tarea de tratar de buscar, con ayuda del dios, lo que las cosas verdaderamente son.
La filosofía se constituye propiamente como tal en los diálogos platónicos. Obviamente, la mayoría de elementos que toman parte en la articulación platónica estaban en juego con anterioridad y las biblias de todas las naciones comparten con claridad rasgos estructurales. Sin embargo, arroja luz sobre las cosas entender que lo anterior a Platón es radicalmente presocrático. Quizá la obra que mejor da cuenta de esto sea Las Leyes, que Catherine Zuckert propone como la primera en el orden de lectura del corpus platónico por ser la primera en el orden dramático interno, dando lugar al comienzo de un camino que nos revela una escisión fundamental entre la ciudad y el alma, que es ese espejismo en que somos nosotros mismos y queremos ser solo nosotros mismos.
Nicolás de Maquiavelo pone en marcha las claves del proceso que caracteriza la Modernidad, que no es otro que la autonomía de la política. Caracteriza fundamentalmente la Modernidad por oposición a los Antiguos, cuya filosofía política suponía un límite o una resistencia genuina al poder absoluto. El poder absoluto, que en los Antiguos era representado por la figura del tirano, obtiene con Maquiavelo una licencia y un nuevo nombre, que pondrá título a la obra fundamental de este último: El príncipe. «Amo a mi patria más que a mi alma», como le escribe a Vettori, es perfectamente el lema de la autonomía de la política que se da cuando afirmamos que el poder soberano es fuente de toda ley, que es lo mismo que afirmar que la ciudad no tiene por qué responder, como en la apología socrática, ante el alma.
4. MAQUIAVELO: LA AGONÍA DEL PENSAMIENTO POLÍTICO OCCIDENTAL
El surgimiento del Estado moderno está ligado a la forma en que plantea la política Maquiavelo en su obra El Príncipe, que en la tradición moderna quiere verse como una manera de tratar con la realidad de las cosas en lugar de hacer disquisiciones y teorías sobre lo que las cosas deberían ser. Sin embargo, es absolutamente representativo que en la Edad Media, en la que la religión suponía un elemento que mantenía irresuelta la tensión entre teología y política, «realismo» era el término que se usaba para denominar al idealismo, mientras que nominalismo representaba lo que hoy entenderíamos por empirismo.
Que la posibilidad del logos dependa de la idea de un cosmos debe hacernos ver que el nominalismo, en el mejor de los casos, sólo podría ser un estadio inferior en el camino del progreso, que será tal solo en el caso de que participe de la idea del bien y de la idea de inmortalidad, que podríamos entender por la noción moderna de sostenibilidad.
5. MAX WEBER: LA POLÍTICA COMO VOCACIÓN
«Desencantamiento del mundo» es una expresión que acuña Max Weber para referirse al que quizá sea el fenómeno estructural de la modernidad: al perder o abandonar la idea que aportaba un origen constituyente, el mundo resultante queda desencantado. Este proceso de desacralización es el reverso antropológico de la asunción de la política como institución que puede hacerse cargo de toda la realidad.
El núcleo de la cuestión quizá sea que la tendencia fundamental de la política (como la de la teología) es la de cerrarse sobre sí misma. La centralización de los Antiguos, lejos de obedecer a supersticiones o fetichismos de ningún tipo, responde al intento de tratar de vivir en común sin abandonar el intento de tratar de conocernos a nosotros mismos que, en el ámbito político, se convierte en la resistencia genuina al poder absoluto.
6. LA CIENCIA COMO VOCACIÓN DE MAX WEBER
La especialización es la característica fundamental de la ciencia moderna. Es quizá el síntoma más representativo de la separación de las esferas que propone Max Weber. El hecho de que se considere que su resultado fundamental es la optimización de la producción y de los beneficios indica, hasta cierto punto, la distorsión de la noción del bien que sufrimos en la actualidad.
El desarrollo de la técnica nos proporciona recursos extremadamente valiosos para mejorar nuestra comodidad, pero nuestra verdadera calidad de vida dependerá de que seamos capaces de entender cómo relacionarnos con las cuestiones últimas de nuestra existencia. Los modernos creen poder responder a todas las preguntas frente a los antiguos, que trataban de custodiar las preguntas que no tienen respuesta.
Enlaces:
La Ciencia como vocación de Max Weber – Ateneo Mercantil de Valencia (ateneovalencia.es)
Audio del seminario: